Cuando tenía 15 años escribir me era instintivo. Cada frase era como salida de una pintura. Qué se yo, me gustaba hacerlo. Lograba ordenar las palabras, las comas, los párrafos. Cada factor necesario de la expresión literaria en su justo lugar.
Recuerdo igualmente que el primer día no escribí mi mejor texto. Recuerdo que me costaba ordenar las ideas, acomodar esos sinónimos, fluir. Pero cada noche me sentaba a escribir un rato y entonces de a poco le iba dando forma a las imágenes que quería realmente dejar ver.
Ahora me está pasando como aquella vez y siento que la única manera de volver a mi, es saliendo de mi. Viendo mis palabras perderse y desparramarse en estas líneas que sé que más temprano que tarde van a tomar color.
Qué ambiciosa, quería escribir un manifiesto a la posmodernidad y ni si quiera podía salir de su cuerpo para probar si lo que estaba en su cabeza podía decodificarse en una hoja, ¡la lengua que nos parió!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario